DENTRO DE MI, UNA CIUDAD Y UN ÁLBUM

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“LA NOCHE CRECE como una negra ciudad,
donde en leyes mudas se basan
las calles que con calles se entrelazan (…)”
Rainer Maria Rilke

Estimados lectores, he comenzado a escribir estas líneas citando este poema como epígrafe, puesto que llegó a mi correo ayer un libro titulado Somos o no somos, y al echarle una rápida leída antes de dormir, poemas y cuentos crearon en mi mente una imagen sólida: era una ciudad, como cualquier otra donde existan suburbios y calles místicas. Y en esa ciudad había un contador de cuentos que entre caminatas creaba un bucle de su infancia.
Somos o no somos es un libro escrito a dos manos: Yury Ferrer (padre) y su hijo, Alejandro Ferrer.
Pues bien, la primera parte que leí al amanecer fue la de Alejandro. De él nunca antes escuché, ni siquiera por error. Como ya ustedes saben, leer un autor del que no tengo referencias me resulta algo vertiginoso, dado que no sé con qué voy a encontrarme.
Siendo sincero con ustedes, pasaron nada más dos minutos cuando encontré un poema, que creo, es la columna vertebral de la poética en este libro; Alejandro Ferrer, logró conmoverme por su sensibilidad con la naturaleza, va en búsqueda de ella sin tener que ir muy lejos para ‘iluminarse’ como tienen acostumbrado muchos de los que comienzan a escribir poesía. El poeta huye de los bosquejos imposibles y logra dar vida a sus versos con imágenes simples.
Aunque puede que en contados textos falte un poco de estructuración, considero que el tiempo le enseñará a pulir y pulir y pulir. Por otra parte, la conexión tremenda que tiene este libro con la búsqueda del YO, me vislumbran un poeta que por obligación tendré que seguir su trabajo de ahora en adelante.
Y los mismo deberían hacer ustedes, eeh.

 Busco en las sombras un conejo, remueve el follaje,

escapa de su depredador. Busco un bello roedor que se

escapa, fluido y burlón a pesar de los esfuerzos.

Busco en el bosque enredado una fuente, un

alimento que nutra las venas del arte, que hidrate la

esencia de la vida. Pero se escurre por las grietas de

mis manos de arena porosa.

Encuentro bebida y alimento para el etéreo

pensamiento creativo. Los traduzco a gesto escrito, los

cocino en palabras sin sentido y a eso le llamo arte, le

llamo poesía, pero no es más que una mezcla de conejo

y agua de río.

(Poesía)

 

En la otra parte del libro tenemos a Yury Ferrer. A él lo conocí en un taller sobre la literatura infantil y la guerra en Colombia. Pero en ese momento no sabía que era escritor, y uno bastante bueno.

Ferrer no tiene poética, su eje es la narrativa.

Encontré en sus cuentos álbum de recuerdos-vivencias, que buscan ser un puente entre el presente y el futuro, además, en la brevedad que los caracteriza se revelan personajes y situaciones bien estructuradas, llenas de vida/muerte.

Si hubo algo que en realidad me encantó, fue el tejido que hace hilo a hilo en un cuento sobre la muerte. No les haré spoilers para que se dejen sorprender.

 

A GUISA DE COMENTARIO

Cuando llegó la visita, Ecola, la negrita encantadora  de serpientes de tan solo cincuenta y cinco  centímetros de estatura, mostraba a Frijolito, el  amigo de El

Valiente, una culebra que se llama ¡Ay!  porque la víctima nada más alcanza a decir eso  cuando es picado por el animal, que mata en un  santiamén a quien le inocula su veneno.

—Niño, ¡apaga el radio!

Y el niño lo apagó.

—Niño, ponte rápido las chancletas y ve a traer  unas gaseosas.

Y el niño buscó las chancletas, fue a la tienda y  las trajo.

Fue despacio, a pie descalzo, con las chancletas  en la mano y concentrado en la imagen de Ecola, la  diminuta encantadora de serpientes.

—¡Niño!, no seas maleducado. Saluda a la visita y  ponte a hacer las tareas de mañana.

Y el niño saludó desde lejos a las señoras y se fue a  estudiar, concentrado en la imagen de Ecola, la diminuta  encantadora de serpientes.

Los niños, con mucha dificultad, logran ser dueños  de su tiempo y de su fantasía. Esto lo razono adulto,  aunque ya en aquel entonces lo sospechaba y tomaba  mis medidas; por eso, cuando crecemos, debemos  reservarle un espacio a ese tiempo y fantasía: perdido,  aplazado, oculto; un lugar que nos rescate de la  ‘autonomía’ y los ‘deberes’ del ‘mayor’ y nos devuelva  la infancia. ¡La más grande y racional expresión del  ser humano!

 

Estimados, he leído cada una de sus recomendaciones de lectura que me han hecho. Ya verán, en unos meses las sorpresas que les traigo.

Siendo así, no duden entonces en darle una oportunidad a Somos o no somos (Calixta Editores), y a estos autores que puede y les sorprenderán.

 

Escrito por: Sam Simanca

Instagram: @samteleo

Twitter: @SamuelSimanca2