Esta es la historia de una mamá colombiana que fue obligada a parir en una sala de hospital a su bebé muerta. Es también, el drama del que no escapan 2 millones de mujeres que pierden a sus hijos durante las primeras 20 semanas de embarazo.
Por Diego Núñez
“Sea niño o niña, lo importante es que nazca sano” dicen comúnmente las mamás cuando les preguntan por el sexo de un bebé que está por nacer. Lo mismo dijo Maricel en su primera ecografía al principio del embarazo cuando regresó a casa sin saber si tendría un varón o una niña. Pero para que su bebé naciera sano, primero tenía que nacer vivo y este no sería el caso.
-No me siento bien, tengo mareo, mucho dolor en el estómago.
– Es algo normal, no hay qué preocuparse, respondió el médico.
Maricel llegó con su ginecólogo con los pies hinchados, le zumbaban los oídos, con un dolor constante a la altura del ombligo y cinco meses de embarazo. Le pidió al médico que la revisara, todavía tenía vida en el vientre.
La segunda vez que la mamá se acercó a la clínica con los mismos malestares, el médico le dijo ofuscado, “¡no sea floja! Usted no es mamá primeriza, todos los embarazos no son iguales”.
A principios de marzo del 2010, Maricel Cuartas se enteró que iba a ser mamá por tercera vez. Su esposo y sus dos hijos recibieron la noticia con mucha emoción. En la primera ecografía, se veía por dentro de su estómago como si tuviera una semilla por regar que se estaba formando.
Esa mañana no hubo noticias del sexo del quinto integrante de la familia.
La tercera vez que Maricel corrió a la clínica en busca de ayuda, la situación comenzó a ponerse compleja. No sentía su bebé, no había movimiento, ni contracciones. Con el terror de un mal diagnóstico a cuestas, la acostaron en una camilla, le hicieron un monitoreo, el tacto vaginal de siempre. Ella esperaba un resultado tensa, muy tensa, y lo que le recetaron fue comer Chocorramo con Pony Malta.
Maricel caminaba por las calles de Bogotá cuando sintió un fuerte dolor en el estómago y ¡Catapum! sentada cayó al piso. Se fue levantando como pudo, agarrándose de un poste de electricidad. Duro varios minutos abrazada a esa posibilidad. Esta vez no corrió al médico, siempre terminaba de regreso en la puerta de su casa sin ninguna solución. La mamá decidió continuar su camino.
Para el 28 de octubre, el bebé de Maricel ya tenía veinte semanas de gestación y otra vez dejó de sentirlo o sentirla. Ya en el hospital y con un diagnóstico horroroso que minutos después conocería, Maricel conoció a su pequeña Dulce María muerta.
Los primeros en conocer el resultado de su desdicha, fueron su esposo y sus dos hijos.
Maricel permanecía en una camilla de hospital con suero y una bata azul celeste aferrada a a la idea de ser mamá de nuevo. La clínica organizó el parto para recibir una bebé muerta sin avisarle a la mamá las condiciones en las que no nacería. A Maricel le dieron medicamentos para inducirle contracciones en una sala lista para parir a una hija muerta.
Maricel tenía 28 semanas cuando perdió a su bebé. Ella y otras 2 millones de mujeres en el mundo pasaron por la misma tragedia según la OMS. Si todas ellas se reunieran en un mismo lugar, llenarían Cali de cabo a rabo.
Prevenir la muerte de un bebé en el útero es posible siempre y cuando exista un mejor control gestacional y acceso directo a emergencia obstétrica cuando sea necesario. Es lo que recomienda el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Atención y prevencíon que Maricel y Dulce María nunca recibieron.
Llegar a casa con la cuna vacía y los senos cargados de leche, era igual de doloroso. Maricel seguía lactando normal las primeras semanas y cada goteo en su blusa era igual a una punzada en el corazón. Para no atormentarse con la idea de la mamá sin bebé por alimentar, comenzó a dejar de sacarse la leche y se enfermó de mastitis. Una enfermedad asociada con la lactancia que provoca escalofríos, fiebre, calor, se inflaman los pechos y duelen terriblemente.
La familia de Maricel comenzó a guardar silencio porque al tratar de hilar cualquier frase de aliento, ella sentía más dolor.
– El cuerpo de una mujer no asimila cuando un bebé fallece en su vientre, dice Maricel a once años de distancia del suceso más amargo de su vida.
Pero el luto prolongado lleno de lágrimas y recuerdos conmovedores, la convirtió en una una mujer agerrida y fuente de inspiración. Empezó a ver a jovencitas embarazadas y se preguntaba si al igual que ella, podían ser víctimas de violencia obstétrica o de un médico miope que les recetara Chocorramo con Pony Malta cuando sus hijos o hijas están al borde la muerte.
Muchas de esas chicas con el vientre abultado, son colombianas de escasos recursos que en su mayoría, ni siquiera llevan un control de sus embarazos. Maricel tiene razón al preocuparse por ellas. Entre enero y marzo del 2021, se incrementó en Colombia el número de niñas embarazadas entre los 14 los 19 años, según estadísticas recientes del DANE.
En ese contexto, Maricel dio un paso al frente para afrontar el luto de otra manera. Creó Princesas Guerreras para empoderar a niñas y adolescentes de siete a los 17 años para enfrentarse a circuntancias difíciles como la pérdida de un hijo por negligencia médica.
Cada quien decide como escribir su historia de vida, si estancarse en el dolor o reinventarse para hacer el bien. Maricel escogió la resiliencia y ahora, cuando pregunta a las futuras mamás por el sexo de sus criaturas, en vez de decir “lo importante es que nazca sano”, sabe por experiencia que lo importante es que nazca. Que nazca vivo.